Porque la senda desde la inquietud a la confianza viene marcada por la reflexión

viernes, 25 de mayo de 2012

La autoridad (II)

Hoy me inquieta la autoridad, desde el punto de vista social y político. Ya hablé la semana pasada de la autoridad, en concreto de la policial y de seguridad, y como, a mi parecer, el hecho de tener que utilitzar la violencia física corrompe su función y genera problemas que todos podemos ver.
Pero ahora hablaré de la política y social, en especial la que ejercen políticos, jueces, maestros... ¿Cabría pensar que, su ejercicio de autoridad, les corrompe de igual manera que a los policías? PAra aclarar esto hay que concretar el concepto de violencia, en concreto la violencia simbólica.
Fue Pierre Bordieu quien creó el concepto de "violencia simbólica", que sería aquella que ejercen quienes tienen autoridad sobre la manera de actuar de los demás. Puede costar ver esta acción como violencia, pero pensemos que se está obligando a alguien a hacer algo (o pensarlo) que en principio no haría ni pensaría en otras condiciones. Nuestro sistema educativo actual se basa (o se ha basado) casi exclusivamente en esta violencia, la del maestro, la del currículum, que define qué conocimientos son válidos y cuales no.
Volviendo a la pregunta: ¿corrompe esto a los preofesores y políticos?
Sobre los profesores no está claro. Todos conocemos experiencias de profesores que con muchos años de trabajo aún siguen a disposición del alumno y parece que su ejercicio de violencia no les ha pasado factura. También es fácil encontrar ejemplos de lo contrario, pero cuesta saber si en realidad les ha corrompido su docencia o si desde el principio ya partieron por un camino equivocado.
Sobre los políticos resulta muy diferente. No me viene a la cabeza ningún cargo político que sea aceptado por la mayoría de forma constante, sino que, cuando llevan años en exceso en un cargo, acaban perdiendo el favor de la sociedad.
Cierto que el módelo democrático no permite que, como norma general, los políticos se eternicen en un cargo lo suficiente como para poder valorar esto pero llama la atención la existencia de cientos de ejemplos de políticos jóvenes, comprometidos con la democracia y el consenso, que luego se han convertido en políticos "experimentados" (así, entre comillas) y autoritarios, a los que tan sólo apoya nuestro deseo de seguridad (es decir, el miedo al peligro) y no nuestra ilusión por cambiar el mundo. [...]

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